MIGUEL DE UNAMUNO (ESPAÑA 1864-1936)

La oración del ateo
Oye mi ruego Tú, Dios que no existes,
y en tu nada recoge estas mis quejas;
Tú que a los pobres hombres nunca dejas
sin consuelo de engaño. No resistes

 

a nuestro ruego y nuestro anhelo vistes,
cuando Tú de mi mente más te alejas;
mas recuerdo las plácidas consejas
con que mi alma endulzome noches tristes.


¡Qué grande eres, mi Dios! Eres tan grande,
que no eres sino Idea; es muy angosta
la realidad por mucho que se expande


para abarcarte. Sufro yo a tu costa,
Dios no existente, pues si Tú existieras,
existiría yo también de veras.

En la mano de Dios
Na mão de Deus, na sua mão direita.
A. DE QUENTAL


Cuando, Señor, nos besas con tu beso
que nos quita el aliento, el de la muerte,
el corazón bajo el aprieto fuerte
de tu mano derecha queda opreso.


Y en tu izquierda, rendida por su peso
quedando la cabeza, a que revierte
el sueño eterno, aún lucha por cogerte
al disiparse su angustiado seso.


Al corazón sobre tu pecho pones
y como en dulce cuna allí reposa
lejos del recio mar de las pasiones,


mientras la mente, libre de la losa
del pensamiento, fuente de ilusiones,
duerme al sol en tu mano poderosa.